Galería "El Perro Verde"
Madrid, marzo 2002
“... Seguí con atención aquellas imágenes
fascinantes en las que la nécora macho desnudaba literalmente a la hembra y
cuanto ésta ya estaba desprovista de su caparazón, dejando ver su cuerpo moldeado,
el macho la cubría y realizaban el acto sexual, sin demora, pues bastaban pocos
segundos para que su cuerpo volviera a endurecerse y creara una nueva
coraza...”
LOS
ACORAZONADOS.
No
puede ser una casualidad. Etimológicamente las palabras coraza-corazón conservan
el mismo origen. Para el hombre la vida empieza durmiendo bien. La experiencia
de la hostilidad del mundo, nuestros sueños de defensa y agresividad son más
tardíos. Comenzamos a caminar sobre arenas movedizas que se desplazan por
acción del viento, las cenagosas, en donde se hunden los cuerpos pesados,
especialmente si se mueven y no son rescatados por la mano protectora. Estamos
en buenas manos, decimos. Manos salvadoras y portadoras de nuestra
individualidad, la huella, el azar que traza la vida, tan distinta para dos
seres iguales y no sólo en su forma, sino también en el ensamblaje de sus
líneas.
El instinto nos ayuda a
construir nuestro mundo. Un mundo que adopta formas tan variadas como
caparazones existen en la naturaleza: almejas que viven en fondos fangosos,
percebes que lo hacen en rocas de zonas batidas y cuyo caparazón está formado
por placas calcáreas y cuerpo de malla. ..La casa construida por el cuerpo, por
el cuerpo que toma su forma desde el interior, como una concha, en una intimidad
que trabaja. Todo es empuje interno, buscar lo que existe tras las apariencias,
atisbar lo que alimenta el aire, levantar la costra de la herida...
La concha, a veces tan ruda en
el exterior y tan suave y blanda, tan nacarada en su intimidad. Las cosas más
sencillas son a veces psicológicamente complejas: ¿cómo puede la concha
conseguir ese lustre con la frotación de un ser blanco? ¿cómo el ser más blando
construye su concha más dura?... una casa que crece en la medida misma en que
crece el cuerpo que la habita.
Así protegidos sentimos un
incentivo de confianza, confianza en el mundo, confianza cósmica. El hombre, el
animal, todos encuentran el reposo máximo en una concha... ¡qué felicidad la
del pescador mecido por el mar, dormitando en su barca-concha. ¡qué envoltura!
¡qué instante!.
Se sabe muy bien que hay que
estar solo para habitar en una concha, se conoce el aislamiento del ser
replegado sobre sí mismo. Ser libre y, sin embargo, ser encadenado... ¡Y qué
no puede esperarse de un ser desencadenado¡. El ser que se esconde, el ser que
se centra en su concha prepara “una salida”, una explosión del ser, torbellinos
del ser. Cuanto más comprimido está un ser más dinámica es su evasión. Si se
vive la imaginación del molusco vigoroso, se llega a las más decisiva de las
agresividades, a la agresividad que espera....
“””””
...Pero el esqueleto disecado y
la concha, como el fósil, no es sólo un ser que ha vivido, es un ser que vive
todavía dormido en su forma. Toda forma conserva una vida. El ser que tiene una
forma domina los siglos y así vamos caminando en el desierto oculto que llevaos
en nosotros, donde han penetrado as arenas y piedras habitadas por las
soledades y las felicidades de la tierra......
Charo Carrera, Madrid, marzo 2002